Rechazado por todos desde siempre, un huérfano como Kuraku, no pudo hacer más que crecer con odio y resentimiento hacia todo lo que le rodeaba.
Abandonado desde pequeño, y teniendo un cuerpo extraño para los demás, siempre ha sido foco de habladurías y supersticiones. “Demonio” “Bestia” “Monstruo” y similares, eran cosas que le solían llamar, ya que alguna vez que intentó defenderse, acabó hiriendo de gravedad a los que le acosaban.

Su adolescencia fue aún más solitaria, ya que la gente no se acercaba a él por miedo, pero seguían hablando de él a sus espaldas del mismo modo que lo hacían en su infancia, hasta que un día se hartó y sin saber medir su fuerza, mató a un hombre medio borracho que no dejaba de hablar de él.
Tras ver el miedo en los ojos de todo el pueblo, huyó de la isla donde creció. Fue deambulando entre pueblos y ciudades, pasando lo más desapercibido posible, sin poder mostrar ni su cara.

Descubrió que con su superior fuerza, le era muy sencillo derrotar a quien se le pusiera por delante, asi que decidió aprovechar eso mismo y dedicarse a pelear y luchar para sobrevivir.

Acabó aceptando lo que le llamaban, pues las palabras de "Demonio" y "Monstruo" nunca dejaron de sonar en sus alrededores, y las aceptó como suyas, le llamaban Kuraku el Monstruo, o incluso el Demonio Kuraku.

Tras unos cuantos años ganándose la vida como podía, aprendió a pelear de la forma más básica que las calles le enseñaron, y desde entonces es un cazarrecompensas en busca de un oponente que esté a su altura. Con todo el resentimiento acumulado y el odio hacia la sociedad, acabó odiando lo que se supone que es el bien, o la justicia, ya que hasta la propia Marina, y por ende el Gobierno, le repudiaba.

Actualmente, sobrevive a base de trabajos de mercenario y de cazarecompensas. En busca de alguna meta que poder seguir.