Si le preguntáramos a Yojimbo Lemarcus Cornell Yamamura Tercero dónde nació, él diría en el East Blue, concretamente en la Isla Ramirals y que era uno más de las muchas quimeras que allí habitaban. Con apenas unos meses fue encontrado en la playa, a los pies de una palmera ardiendo a causa del fuego de su espalda, siendo rescatado por un naufrago que acudió al lugar alertado por las llamas. Junto al bebé había una nota que ponía: “Yojimbo Lemarcus Cornell Yamamura Tercero”, así que el naufrago lo adoptó y le puso ese nombre. Desde ese día, aquel hombre que un día lo perdió todo, había ganado un hijo, como un ángel caído del cielo. El naufrago, de treinta y siete años de edad por aquel entonces, se dedicó a cuidar y a educar al pequeño Yojimbo, nacido de entre las llamas en las tripas de una palmera. Yojimbo fue criado en un ambiente salvaje ayudando a su padre adoptivo a realizar, con nulo resultado, todo tipo de tareas como cocinar, hacer estructuras de madera, preparar trampas, etc. Su padre, al ver que el joven era incapaz de hacer cualquier cosa que no fuera pegarse con los animales de la isla desistió de su empeño por hacerlo alguien útil y lo dejó revolotear con libertad. Yojimbo fue creciendo, en tamaño y en edad, tanto es así que cuando cumplió doce años ya medía dos metros con diez centímetros, fue ahí cuando aquel naufrago le comenzó a contar historias, historias sobre la vida de la gente que navega por ancho mar, historias sobre el amor, la venganza, la vida, la muerte y la libertad. Desde aquel día al jovencísimo Yamamura se le sembró una idea en la cabeza. Pensar en la muerte lo obsesionaba, él no había sido consciente de que los actos tenían consecuencias y que la peor de ellas era terminar de vivir para siempre. Su actitud fue cambiando y poco a poco dejó de ser tan positivo como cuando era más pequeño, pero no impidió que siguiera siendo un completo idiota imprudente y, en cierta medida, inconsciente. Aquellas historias también cambiaron la mentalidad del joven hasta el punto de querer ser el ser vivo más libre del mundo, poder hacer lo que quisiera y cuando quisiera. Quería ser el rey de la gente más libre del mundo, el rey de los piratas. Si conseguía eso no sólo sería él libre, haría libre a toda la gente del mundo, incluso a aquellos desgraciados de las historias que le contaba su padre. Con veintitrés años se despidió del hombre que lo crió como a un hijo, un señor delgado y demasiado frágil para viajar, prometiendo volver para contarle sus propias historias y cómo llegó a ser el rey de los piratas. Su padre se despidió por última vez de Yojimbo, pidiéndole que se agachara para darle un beso en la mejilla. Y así vio cómo, Yojimbo Lemarcus Cornell Yamamura Tercero, con la firme intención de cumplir su destino despegó rumbo a su largo viaje, y sin permitir que nadie consiguiera disuadirle ni abandonar su hazaña, partió en busca de su sueño.